Los Templarios y otros enigmas medievales by Juan Eslava Galán

Los Templarios y otros enigmas medievales by Juan Eslava Galán

autor:Juan Eslava Galán [Eslava Galán, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1992-01-01T05:00:00+00:00


El Consolamentum

El sacramento cátaro por excelencia fue el consolamentum, mezcla de bautismo espiritual y unción sacerdotal reservada al creyente que había alcanzado el estado de gracia necesario para convertirse en perfecto. El consolamentum implicaba la transmisión del padrenuestro, oración que el nuevo perfecto debía conocer con anterioridad. La ceremonia era sencilla y emotiva. El aspirante comparecía en la iglesia vestido de negro y en estado de abstinencia para recibir la bendición del perfecto más anciano de la asamblea. Luego el diácono u obispo pronunciaba un sermón en el que glosaba el padrenuestro: «Os entregamos esta oración —decía finalmente— para que la recibáis de Dios y de Nos y de la Iglesia y podáis decirla en todos los momentos de vuestra vida». A lo que el ordenado contestaba: «La recibo de Dios y de Vos y de la Iglesia».

Nuevamente recibía la bendición y se le imponían las manos para transmitirle el Espíritu Santo. Ordenado, recitaba el padrenuestro. A continuación se confesaba y recibía solemnemente el evangelio de Juan mientras la comunidad eclesial oraba por él. Cada mes los perfectos se confesaban ante su obispo o diácono. Por lo demás, actuaban aproximadamente como los sacerdotes católicos, aunque observaban vida edificante, lejos de la corrupción del clero romano de aquella época.

En tiempos de guerra se instituyó la convenenza o pacto entre el creyente y la Iglesia en virtud del cual podría recibir el consolamentum en el lecho de muerte aunque no estuviese en condiciones de recitar el padrenuestro a causa de las heridas recibidas. Se solía ofrecer el consolamentum a los moribundos para asegurarles el perdón de los pecados, aunque no necesariamente la salvación. Pero si el moribundo lograba sobrevivir y sanaba, la ceremonia perdía todo su valor y el perfecto en cuestión volvía a considerarse un creyente como los demás. En este y en otros detalles se manifiesta el admirable pragmatismo de los cátaros.

El otro gran rito cátaro era el melioramentum. Consistía en la bendición que el creyente solicitaba del perfecto como portador del Espíritu Santo. El creyente se arrodillaba ante el perfecto y se inclinaba tres veces diciendo: «Bendecidnos, Señor, y rogad por nos». «Dios te bendiga», pronunciaba el perfecto. A lo que el postrado respondía: «Que alcance un buen fin». El otro replicaba: «Recemos para que te haga un buen cristiano y te conduzca a buen fin».

El padrenuestro era, como hemos visto, una oración esencial dotada de gran contenido iniciático y, por lo tanto, estaba reservada a los perfectos. Los simples fieles tendrían otras jaculatorias más sencillas. En una ocasión uno de ellos inquirió:

—¿Qué oración puedo decir si no me está permitido el padrenuestro?

El perfecto le respondió:

—Di ésta: Que el Señor que condujo a los reyes Melchor, Gaspar y Baltasar cuando vinieron a adorarlo en Oriente te guíe como los guió a ellos.



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